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Germán Tenderini

Germán Tenderini (1828 – 1870) nació en Carrara, en la Toscana Italiana. Como mucha gente de su pueblo, se dedicó al famoso negocio del mármol. Durante la gran epidemia del cólera, demostró su valor y entrega trabajando como voluntario, por lo cual la corona italiana lo condecoró y le otorgó el título de barón, que rechazó en base a sus profundas ideas liberales.

Viajó a Chile en 1856 junto a su hermano y su madre, llegando al puerto de Valparaíso. Probablemente escapó de Italia frente a los problemas políticos de la época, dedicándose en Valparaíso al negocio del mármol. Fue parte del Club de la Reforma y también de la Sociedad de Artesanos La Unión, preocupado constantemente de la educación de los obreros chilenos. Incluso fundó una escuela para niños artesanos, donde el mismo enseñaba. En Chile entró a la masonería y luego al cuerpo de bomberos de Valparaíso, en la 6ta Compañía, fundada por inmigrantes italianos en 1858. En 1862 decidió finalmente irse a Santiago.

Allí conoció a Antonia Bustamante Sepúlveda. Enamorado, y viéndola gravemente enferma,  decide casarse con ella el 9 de noviembre de 1867. Tenderini decretó entonces que, al no existir el matrimonio civil, y aún no creyendo en el religioso hacía esto por amor. De alguna manera fue premiado: su mujer no murió.

Tras el incendio de la Compañía, donde él mismo ayudó como pudo, se crearon diversos grupos de bomberos, y con el tiempo Germán Tenderini ocupó importantes puestos en la compañía que más tarde sería nombrada 6ta Compañía de Bomberos de Santiago. Al momento del incendio del Municipal, era teniente tercero de la misma.

Tenderini fue el primero en llegar al Teatro, ese 8 de diciembre de 1870. Entró al edificio junto a Arturo Villarroel, apoyados por Santiago Quintanilla, funcionario del Teatro. Los tres quedaron atrapados cuando perdieron control del fuego, que se expandió rápidamente. Solo Villarroel fue sacado del edificio, asfixiado. Fue el último en ver con vida a Tenderini y Quintanilla, quienes murieron calcinados (-leer más abajo-).

Germán Tenderini, hoy homenajeado con un busto, placas y una calle, se convirtió así en el primer mártir del Cuerpo de Bomberos de Santiago de Chile, haciendo honor a esta hermosa institución.

Recuerdos del incendio

Así recordaba después Arturo Villarroel, el único sobreviviente, lo que ocurrió aquella horrible noche en el Municipal:

«Nos encontrábamos cerca del teatro con varios bomberos y Quintanilla cuando sentimos las primeras alarmas del policial que anunciaba el incendio. Nos dirijimos precipitadamente al teatro, y después de algunos esfuerzos llegamos con Tenderiní al proscenio donde se nos juntó Quintanilla. Los demás bomberos se habían dirigido a sus respectivos cuarteles en busca de las bombas.

Al llegar al proscenio divisamos el fuego en la parte subterránea, hacia el poniente; pero todavía no se manifestaba en la parte superior sino por la luz que salía de los ajustes de las tablas del piso y por el olor sofocante que comenzaban a despedir las materias inflamadas.

Suplicamos a Quintanilla, como que mejor conocía la maquinaria del teatro, nos indicara los puntos donde nuestros servicios pudieran ser mas útiles en esos primeros momentos. Quintanilla me proveyó de un trozo de madera indicándome que debía comprimir, los cañones de plomo que él me señalara, a fin de cortar la comunicación del gas.

Tenderini se dirigió mientras tanto á preparar el juego de agua que había en el fondo del proscenio. Subimos con Quintanilla por varias partes de la tramoya, seguidos pocos momentos después por Tenderini, interrumpiendo cañones y desenvolviendo ó cortando los cordeles que sostenían los telones para arrojarlos al suelo, y en lo cual nos ayudaba un trabajador del teatro, creo que empleado en la tramoya, y que se encontraba al lado del occidente. Tratábamos de llegar á un punto en que Quintanilla manifestaba la mayor confianza de poder cortar el fuego antes de que tomara mayor cuerpo.

Nos encontrábamos en una parte elevada de la tramoya;  al olor que producía el incendio me sentí con la garganta oprimida, desvanecida la cabeza y un zumbido en los oidos. Mis compañeros debieron sentirse probablemente tan desvanecidos y sofocados como yo por el humo y el olor de las sustancias que ardían. Vagamos algunos instantes sin dirección fija porque el aire ya nos faltaba.

En estos momentos Quintanilla trata de sostenerse con fuerza del cuello de mi ropa, […] me apoyé por un instante no sé en qué, pero luego caímos ámbos. Desde entonces no sé lo que pasó. Conservo un recuerdo vago de que al levantarme me he estrellado contra algún objeto, de que volviendo á caer, he rodado en una escala, según los recuerdos fijos que de esta parte conservo. […]

En cuanto á Tenderiní no recuerdo de él sino que momentos antes de mi caída con Quintanilla me decía: lo sigo Villarroel. Desde ese momento no recuerdo más. Hasta el amanecer del dia siguiente estaba persuadido de que
Tenderini como Quintanilla hubieran salvado mejor que yo.

Un recuerdo del compañero muerto. Tenderini era el primero en quien se habían hecho notar los efectos del humo y de la opresión del pecho. Se sentía desfallecido y le grité como amigo: ¡Viva la Italia, Tenderiní! -¡ Viva la República! me contestó, saludando con entusiasmo la reciente emancipación de su patria.»