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Ramón Vinay (1911 – 1996)

Ramón Vinay Sepúlveda fue, sin duda, el más importante de los cantantes líricos que hayan nacido en tierra chilena. A diferencia de otros grandes artistas, además, Ramón Vinay generó una empatía personal con su país, aún cuando solo viviera en él hasta los siete años. En ninguna parte del mundo dejó de llamarse chileno y, quizás como una honra a su madre chillaneja, mantuvo su deseo de estar cerca de aquella ciudad toda su vida, y también su muerte.
El padre de Ramón Vinay era francés, y a ese país viajo junto a sus hijos en 1918, abandonando el Chile adoptivo. Ramón, sin embargo, con los años prefirió seguir a otros parientes en México, país adoptivo en el que no solo logró sus primeros éxitos, sino también el puente a la fama. Quizás por eso su acento fue siempre al hablar más mexicano que chileno. En México filmó también una película (Fantasía Ranchera) y participó en ópera y música popular. En la década de 1940 hizo su debut en Estados Unidos y se le abrieron las puertas del Metropolitan Opera House de Nueva York, donde cantó más de 160 veces en su corta carrera internacional. De hecho, fue elegido por el propio Arturo Toscanini para su grabación de Otello, ópera en que Vinay haría su más famoso rol.
En 1948 cantó en Italia, en La Scala y también la Arena di Verona, y en Estados Unidos cantó en la primera transmisión de TV de una ópera, Otello. Ese mismo año volvió por primera vez a Chile, para cantar en el Teatro Municipal de Santiago, con gran éxito y recorriendo también su ciudad natal y los lugares de su infancia. Desde entonces volvió a Chile una y otra vez buscando sus raíces y amigos que quedarían para toda su vida. En su país natal Ramón Vinay fue querido y admirado por muchos y su nombre no desapareció de la prensa con facilidad, siendo incluso homenajeado como jurado en el Festival de Viña del Mar y cónsul honorario en España.
Quizás por esto fue que luego de una carrera de éxitos, que incluyó Salzburgo y los festivales de Bayreuth por 6 años consecutivos, decidió retirarse de los escenarios en el Teatro Municipal de Santiago, en una apoteósica función de Otello que terminó con el público de pié cantando el Himno Nacional de Chile. Ramón Vinay, el implacable Otello de Chillán, lloró sobre el escenario aquella noche de agradecimiento a su país, al que tanto honró con su arte, y a su público.
Hoy Ramón Vinay, en su Centenario, ha sido parcialmente olvidado por Chile. A diferencia de Claudio Arrau, su carrera quedó grabada en menos registros y abarcó un periodo mucho más corto de tiempo, aún cuando su importancia dentro de su arte no fue menor: como él mismo señaló en alguna ocasión, fue junto a Maria Callas uno de los principales promotores de un arte lírico cargado al drama, un cantante-actor sobre el escenario, figura que hoy casi no podría desentenderse, pero que hace sesenta años era una rareza total. En la postguerra, Ramón Vinay fue central en un nuevo discurso de la ópera, especialmente desde roles mediterráneos que lo marcaban como hombre latino, incluyendo aquellos en las óperas Otello y Carmen. Pero también logró destacar en óperas tan diversas como Salomé, Tristán e Isolda, Falstaff y Aída. Sin duda, su voz fue una de las más importantes del siglo y su profunda cercanía con Chile lo marca como un artista que, sin duda, fue un referente para los chilenos del siglo XX.