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Aurelie Dimier y el primer ballet en Chile

Aurelie Dimier tuvo el honor de ser la primera bailarina clásica que bailó en Chile, un 18 de diciembre de 1850, con Giselle, como parte de una compañía de canto y baile. Había participado ya con algún éxito en Paris en diversas producciones, incluyendo Paquita, con escenografía de Philippe Philastre, quien en 1856 viajaría a Chile para terminar los decorados del Teatro Municipal de Santiago.

El éxito de la compañía se debió, principalmente, a la belleza y gracia de sus dos primeras bailarinas, la Dimier y la Soldini, en un estilo que no se conocía aún en Chile, el de la danza clásica. La Fille mal Gardée, La Sylphide y otras marcaron amores y desamores, y diversos problemas para la conciencia nacional. La Iglesia consideró impúdico este arte e incluso logró una prohibición por parte de la Intendencia de que las bailarinas mostraran las piernas. Ambas bailarinas crearon sus partidarios enamorados, deleitando al público santiaguino con su belleza.

Aurelie Dimier, la primera bailarina de ballet que subió a un escenario chileno, había sido alumna en la ópera de Paris y bailarina allí entre 1836 y 1846. Entonces su contrato no fué renovado y fue contratada por M. Fréderick para realizar una gira por Estados Unidos. Regresó a Francia y pronto fue contratada nuevamente, esta vez para una gira sudamericana. Luego de su éxito en Chile, la compañía se disolvió. Viajó a Perú, California y luego Australia, instalándose en Valparaíso de manera definitiva en 1854. Participó luego con la compañía de las hermanas Rousset en el país.

También instaló una academia de danza. Un aviso de El Mercurio de junio de 1858 presentaba su arte en Valparaíso para «las familias que tengan hijos», en la calle San Juan de Dios, edificio del Solar número 9 y cuarto. A diez pesos mensuales se daban clases de ballet para niños, pero también los mejores y más modernos bailes para adultos, enseñándose por separado a hombres y mujeres: als, redowa, cuadrilla, varsoviana, galop, bolero, zapateado e incluso la zamacueca. Al piano acompañaba T. Vierdinger.

A partir de 1860 se dedicó a mantener un hotel en el puerto, el Hotel Dimier, que mantuvo hasta su fallecimiento con salas de clases para todas las edades, inculcando el amor por el ballet y la danza.