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Alfredo Padovani

Alfredo Padovani, quizás el más grande de los directores de ópera chilenos, ha sido olvidado en su justa genialidad. Compositor de múltiples obras, aclamado en el mundo entero por su batuta (que en muchas ocasiones salvó funciones de hundirse por completo en el fracaso), la sociedad chilena de su época lo consideró un díscolo, romántico tempestuoso que supo hacer de su vida una novela local.
Venía, sin duda, de una ilustre familia musical, íntimamente ligada al Teatro Municipal de Santiago. Don Arturo Padovani, el hermano mayor, llegó a Chile en 1884 contratado por Luis Savelli como director de orquesta. Su estampa señera era fiel reflejo de un verdadero maestro, como no se conocía hasta entonces en Chile. La prensa se hizo vivo eco de su estilo musical y su silueta, retratándolo innumerables veces como uno de los grandes músicos de la capital, y prodigioso empresario: sus contactos en Italia permitieron traer a algunos de los grandes cantantes de su época a la capital chilena. A la izquierda, una caricatura de 1908 para la revista Sucesos.
Alfredo vino a Chile con su padre, el bajo genérico Antonio Padovani, y su madre Angelina, también artista. Tres hermanos vinieron en el barco, Adelina (que llegaría a ser una gran soprano y maestra de incontables generaciones en el Teatro Municipal), Alfredo y Amelia. Estos dos últimos eran mucho menores y se educaron íntegramente en Chile, entre Valparaíso y Santiago.
Estudió Alfredo en el Conservatorio Nacional de Música y Declamación de Chile, fundado en 1849. Sus principales maestros en aquel entonces fueron Luigi Stefano Giarda, compositor y director de orquesta, y el gran Enrique Soro. En varios artículos donde se le preguntaba a Soro con respecto a los mayores talentos egresados del Conservatorio Nacional, no dudaba en señalar siempre a Alfredo Padovani entre los mejores alumnos.
Pronto ganó fama de hombre imponente en sus ideas, que no dudó, por ejemplo, de poner caballos en el escenario de Nerón para aumentar el realismo de la escena. La fotografía lo muestra llenó de energía durante un ensayo para Turandot, a toda máquina en el Teatro Municipal.
Como compositor, las primeras aclamaciones a Padovani vinieron de su zarzuela «Valparaíso Alegre», de 1903, con letra de Enrique Villalón y Ogaza. Dedicado a obras contemporáneas durante toda su vida, se preocupó de estrenar en Chile innumerables obras sinfónicas y en el mundo fue famoso por su apoyo a nuevos estrenos, incluyendo la ópera Tassarba, del gran catalán Enric Morera, en pleno Teatro del Liceo de Barcelona. También estrenó La Esclava de José Mauri, en La Habana en 1921, que según Alejo Carpentier fue la primera ópera nacionalista cubana. Durante su carrera se codeó con grandes artistas de todo el mundo: a la izquierda junto a Gilda Dalla Rizza y Lauri Volpi en Andrea Chénier. A la derecha, junto a Tito Schippa, Margarita Salvi y Luis Ceresol luego de un fabuloso Elixir de Amor. Ambas fotografías fueron tomadas en el Teatro Municipal de Santiago.
Finalmente, cabe decir que Alfredo Padovani fue una de las figuras más importantes de la música chilena de la primera mitad del siglo XX. Sus constantes aportes modernizaron la ópera en Chile, especialmente mejorando la calidad musical y los aspectos escénicos. Incluso, fue él quien inauguró el Teatro Municipal de Viña del Mar, con una presentación de Thais un once de octubre de 1930, junto a su amigo Carlo Morelli. Entonces ya era reconocido como el gran maestro de la ópera chilena.