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Claudio Arrau, genio del siglo XX

Reconocido como uno de los más célebres pianistas del siglo XX, Claudio Arrau tuvo una carrera excepcional e impecable. Sus interpretaciones han fascinado al mundo entero, marcando hitos y cambios musicales profundos en nuestro país y logrando una destreza sublime como intérprete.

Nacido en Chillán, Claudio Arrau (1903-1991) comenzó sus estudios de piano a los 3 años, instruido por su madre Lucrecia León oriunda de Quirihue en la Región de Ñuble. Tras la muerte de su padre Carlos Arrau Ojeda, su madre dedica tiempo completo a enseñarle piano, descubriendo la evidente destreza de su hijo, y en 1908 se trasladan a Santiago para perfeccionar sus estudios. En aquel entonces, su profesor fue el destacado pianista italiano formado en Alemania, Bindo Paoli, quien inició a Claudio Arrau en la interpretación de las obras de Johann Sebastian Bach. Dos años más tarde, con tan sólo 7 años, ofrecer un concierto ante el presidente Pedro Montt y el Congreso Nacional, quienes al ver su talento, le otorgan una pensión estatal para completar sus estudios en el Conservatorio Stern en Berlín, Alemania. Al respecto la revista Sucesos publicó en 1911: “Tiene una memoria de prodigio. Sabe de cuanto quiere, porque todo lo aprende sin recurrir al profesor. Con motivo de su proyectada translación a Europa, se ha estudiado el itinerario y se sabe de memoria la geografía del viaje.”

En Europa su maestro fue el compositor alemán Martin Krause, el músico complementó además sus estudios de piano con humanidades e idiomas. Durante la Primera Guerra Mundial, el Estado de Chile continúa financiando sus estudios y el desarrollo de su carrera. Arrau realiza diversas giras por Europa, principalmente en países escandinavos. En 1918 muere su maestro, un suceso determinante en su carrera: Krause se convertiría en su único y último maestro. De esta forma, el músico chileno desciende de una estirpe de pianistas y compositores de primer nivel: Arrau, discípulo de Martin Krause, quien a su vez fue discípulo de Franz Liszt, y este de Carl Czerny, alumno de Ludwig van Beethoven. Czerny además fue alumno de Nepomuk Hummel, quien tuvo de profesor a Wolfgang Amadeus Mozart.

En 1921, el Teatro Municipal de Santiago recibe a Claudio Arrau por primera vez, el músico realiza entonces más de 15 presentaciones. Su visita genera gran expectativa, al ser un músico chileno reconocido a nivel internacional, quien por primera vez regresaba a su país. “Ha completado Arrau once recitales de piano; y en todos ellos, sin que el entusiasmo haya disminuido un punto, ha habido la misma concurrencia que ha llenado por completo la amplia sala del Teatro Municipal, y se han repetido de uno en otro los aplausos y las ovaciones que han demostrado que ya llega al último límite la admiración del público por el gran artista nacional.”

El repertorio de Arrau causó revuelo en aquella época, si bien incorporó a artistas totalmente consagrados como L.v. Beethoven, R. Schumann o J.S. Bach, I. Albéniz y C. Debussy, incluir además a compositores modernos, fueron novedades no muy bien recibidas por los críticos conservadores. Por primera vez, el público chileno se deleitó con la obra pianística de C. Debussy completa, puesto que otros artistas habían interpretado sólo unos piezas aisladas.

Tres años más tarde, Claudio Arrau vuelve con un nuevo repertorio, haciendo caso omiso a la crítica tradicionalista chilena e interpreta obras de compositores poco conocidos en el país como Alexander Skriabin, Maurice Ravel, Ferruccio Busoni, Arnold Schoenberg y Béla Bartók. Un año antes en Alemania, el artista había interpretado 48 preludios y 48 fugas que componen El Clavecín bien Templado de Johann Sebastian Bach , algo que ni el mismo L.v. Beethoven habría logrado. Durante esta visita, Arrau impresionó al público con su interpretación, y éste supo valorar su impecable ejecución. Además se unió a la Sociedad Bach, con el fin de divulgar la obra del compositor alemán.

Tras ganar en dos ocasiones el primer premio del Concurso Internacional de piano Franz Liszt, en 1926 obtuvo una cátedra en el Conservatorio Stern, el de más alto nivel de enseñanza musical a la que un músico podía aspirar durante el siglo XX. Sin embargo, la creciente reputación del músico hizo que decidiera continuar con sus giras por numerosos escenarios del mundo.

En 1928, Claudio Arrau vuelve a nuestro país con un nuevo repertorio que incluyó a J. Brahms, J.S. Bach, M. Balakirev, J. Haydn, W.A. Mozart y F. Schubert, pero la que más destacó fue la obra de Igor Stravinsky, compositor desconocido en el medio nacional. Interpretó Piano-Rag-Music y tres movimientos de Petrushka, obra que posteriormente se consolidaría con la interpretación del Ballet Nacional de Chile en el Teatro Municipal de Santiago en 1952. Tal como ocurrió unos años antes con la obra de C. Debussy, I. Stravinsky causó mucha crítica, incluso en El Diario Ilustrado se refirieron a la obra del compositor como “locura musical”, “pesadilla musical”, “obra de un loco”, “horrorosas disonancias, con la más absurda confusión y choques de sonidos”. Arrau por su parte, defendió su obra respondiendo que era un compositor complejo al que estaba estudiando hace algunos años, y que era importante abrirse también a nuevos sonidos. De cualquier manera, el pianista chileno fue quien rompió con el conservadurismo musical en el país, abriendo un abanico de posibilidades para los futuros intérpretes nacionales.

En los años 30, el pianista ñublense gozaba de tal popularidad internacional, que realizaba constantemente giras por Europa, Asia, Estados Unidos y Latinoamérica. El panorama musical nacional fue cambiando gradualmente, y ya en su visita de 1934, se notaba un cambio en el público y de lo que se entendía por innovación. El progreso musical se dio gracias al desarrollo de la Asociación Nacional de Conciertos Sinfónicos y el inagotable esfuerzo del estado por crear e impulsar la cultura en general. Se priorizó la creación musical chilena y la música contemporánea, razón por la que nuevamente Claudio Arrau fue criticado, ya que en su repertorio no incluía obras de autores nacionales.

En México, donde Arrau tenía reunía una gran cantidad de admiradores y con una fama en crecimiento exponencial, el músico es invitado a protagonizar una película de José Bohr, llamada Sueño de amor, en la que interpreta al compositor Franz Liszt. Esta película fue grabada en ciudad de México en 1935 y estrenada en 1936. Luego de una exhaustiva investigación la cinta ha sido repatriada y restaurada por la Cineteca Nacional. (Puedes verla en el siguiente enlace).

En su visita de 1939 realizó diversos conciertos en Santiago y otras ciudades de Chile, principalmente a beneficio de los damnificados del Terremoto de Chillán de 1939, en esa ciudad. El músico seña´lo estar devastado con la desolación que se vivía en el lugar. Asimismo hizo conciertos en el Teatro Municipal de Santiago con grandes vítores y ovaciones del público que lo tenía en la más alta cima. Una vez más, recibió críticas por su repertorio que no incluía compositores nacionales, pero esta vez fue criticado por una de las personas a quien él mismo admiraba, el compositor Pedro Humberto Allende: “Se sabe que el Gobierno chileno financió durante años los estudios de este pianista en Berlín. Sería lógico que agradeciera esta generosidad incluyendo siempre algunas obras de compositores chilenos en sus programas. No obstante, en los conciertos que ha dado en Chile por lo menos, nunca hemos visto el nombre de algún compatriota. Creemos que en el futuro debería hacer justicia a los compositores chilenos si no por simpatía, por lo menos por gratitud”.

Con la ola de xenofobia que se vivía en Europa y el auge del nacionalsocialismo en Alemania, Claudio Arrau decide regresar a Chile para establecerse durante un tiempo, en pleno estallido de la II Guerra Mundial. Primeramente, él y su esposa Ruth Schneider, que además era de origen judío, se asilaron en la Embajada de Chile en Alemania con la ayuda del gobierno de Pedro Aguirre Cerda. Se le otorgó a su esposa un pasaporte chileno, indicando que ella había nacido en Valdivia, de esta manera, podría continuar con giras alrededor del mundo de manera segura. Se mantuvo al menos dos años viajando entre Estados Unidos y Latinoamérica hasta que en 1941 deciden establecerse en Nueva York.

Una de sus presentaciones más recordadas es la interpretación del ciclo completo de las treinta y dos sonatas de L.v. Beethoven que ofreció en Santiago y Viña del Mar, hechos que sin duda fueron considerados como grandes aportes a la actividad musical chilena de aquel entonces.

Arrau realizó visitas a Chile intermitentemente durante toda la década del 40’, en 1941, 1942, 1944, 1945, 1946 y 1949, bajo el contexto de inestabilidad a nivel mundial, primero por el nazismo y luego por la tremenda crisis económica que dejó a toda Europa devastada. En una entrevista de su visita en 1942, le preguntaron que cuándo incluiría en su repertorio composiciones nacionales a lo que respondió “Muchas veces he querido robarme tiempo a mí mismo para incluir composiciones chilenas, pero los compromisos me han obligado, hasta ahora, a negarme esa gran satisfacción”. Era evidente que la popularidad de Claudio Arrau y por lo tanto su exhaustiva agenda, no le permitían realizar un estudio acabado digno de ser interpretado por él sobre alguna composición nacional. Además tal como señaló en una oportunidad, no eran muchas las composiciones para piano escritas por autores chilenos como para poder elegir un enorme repertorio dedicado a eso.

Claudio Arrau lamentó profundamente lo que ocurría en el mundo. Durante la década de los años 30’ había consolidado su carrera en Alemania y era reconocido por sus pares, algo que finalmente no dio frutos ya que tuvo que dejar el país. Además en 1943 su discípulo de origen judío es asesinado por el régimen nazista, algo que marcaría su vida para siempre, convirtiéndolo en un acérrimo opositor de los regímenes absolutistas, una de las razones por las que no realizó conciertos en África.

En un país en el que se respiraban aires de renovación cultural, su visita de 1946 fue tremendamente elogiada. Una vez más, incluye en su repertorio la obra contemporánea Serenata de Igor Stravinsky.

En 1949 la Universidad de Chile le otorga el título de Doctor Honoris Causa. Claudio Arrau ya había realizado variadas producciones y grabaciones para diferentes firmas discográficas, pero no es hasta la década de 1950, cuando ya se establece definitivamente en Estados Unidos que se masifica su música en el mundo, alcanzando un público más variado, menos docto y popular.
Luego de 5 años de ausencia, Arrau regresa a Chile en 1954, 1958 y 1959. Toda la década fue una sucesión de galardones y premios, giras y conciertos en todo el mundo. Es nombrado Hijo Benemérito de Chillán y reconocido en las ciudades más importantes del país. Posteriormente, realiza una visita en 1967, en la que crea la Fundación Claudio Arrau para el Músico Joven para entregar apoyo económico a jóvenes músicos chilenos y latinoamericanos. Para reunir fondos realiza una serie de conciertos a beneficio. Las entradas para ver el concierto en el Teatro Municipal de Santiago se acabaron en cuestión de horas.

Con los cambios políticos que vivió Chile durante toda la década del 70’, el artista comenzó a tener dificultades para ingresar a otros países durante sus giras, por lo que finalmente decide adquirir la nacionalidad estadounidense en 1979. En el marco de su cumpleaños 80, ofrece un concierto en el Lincoln Center con transmisión para todo el mundo, fue uno de los conciertos más famosos que ha presentado Claudio Arrau. El único país que no tuvo acceso a la transmisión fue Chile.

En 1983 se le otorga el Premio Nacional de Artes Musicales de Chile y un año más tarde, regresa al país para realizar un concierto en Chillán, en el Teatro Municipal de Santiago y en la Catedral Metropolitana, el que fue transmitido por cadena nacional. Esa sería la última vez que Claudio Arrau pisaría suelo nacional.

Arrau murió el 9 de junio de 1991 en Austria, mientras se encontraba de gira. Sus restos descansan en el Cementerio General de Chillán, como expresó por voluntad propia.

Claudio Arrau ha sido, según la crítica hasta el día de hoy, el mejor intérprete de la obra de L.v. Beethoven en el mundo y forma parte de los 10 mejores intérpretes de piano de todos los tiempos.